Pedro cumple en esta nueva entrega de su música varias deudas adquiridas por el tiempo y el cariño: algunos amigos y seres queridos que se merecían sus rasgueos de guitarra, y algunos territorios sentimentales que aún precisaban ser recogidos en su biografía musical. Entre los primeros, sus destinatarios tendrán cumplido conocimiento. Entre los segundos, lugares dispares de su memoria, se cuentan coplas y romances en aquellos tendederos de las mañanitas de los años cincuenta, de sol refulgente en las blancas sábanas colgadas al aire; o la innegable herencia adquirida por la vía de Sudamérica. De ese continente le vinieron Yupanqui y Gardel, Larralde y Cabral, boleros, zambas, tangos... A toda la geografía rinde visita: desde los sones de México a la rabia contenida de la Argentina. Y siempre un par de brochazos anarquistas. Ya sea a los muertos del Estrecho, a las abuelas olvidadas y olvidadizas, a los amigos de Brel o al inefable señor Korduras, cuyo nombre todo lo dice. Que nunca falten.
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