VI.- DE CÓMO KORDURAS CONOCIÓ A MARY THORNES Y DE LA CREACIÓN DEL SAS SA.
Estando Korduras alojado en el Psiquiátrico por enésima vez, entabló amistad con una enfermera allí destinada. Mary Thornes, que así se llamaba la joven, era hija de un militar británico que arribó a este país en la década de los cincuenta en calidad de agregado en la Embajada de su país, y mantuvo relaciones extramatrimoniales con la señora Condesa de Finojosa, mozuela entonces, conocida por su propensión a realizar piadosas donaciones, su ligereza de cascos y alegría natural. Mary, que por aquel entonces era regordeta y pecosa, y no pudiéndose hacer cargo de ella la madre por razones de imagen social tan al uso, fue acogida por el matrimonio Thornes. Mrs Thornes no dudó en aceptar aquel fruto de su adúltero marido y unió así a su multinacional familia una aborigen de este país, pues se contaba los hijos del matrimonio por los deslices amorosos de su marido en las embajadas donde estuvo destinado, a excepción de uno, que Mr. Thornes creía propio del matrimonio, cosa que Mrs Thornes nunca refutó a sabiendas de que por las venas del muchachito corría más sangre finlandesa que británica.
Se crió así Mary Thornes en un sano ambiente internacional en el seno de su familia, con hermanos tailandeses, nigerianos, y algún que otro canadiense, y otros cuantos que por la diversa étnica del país de origen y la mala memoria de Mr. y Mrs. Thornes, eran de difícil denominación de origen. Eso sí, no podía negarse que fuesen hijos de Mr. Thornes, dados los volúmenes de sus apéndices nasales. Fue toda una suerte que el marinero finlandés que tuvo trato carnal con Mrs. Thornes destacara por la napia. Mary Thornes vivió una feliz infancia y una sosegada adolescencia brincando de país en país –llegando a dominar varias lenguas– y decidió un buen día volver a sus orígenes y tomar nacionalidad, ingresando en el cuerpo de la Seguridad Social dados sus conocimientos en enfermería. Conociendo su ascendencia se propuso reclamar para sí el título de Condesa de Finojosa, para acceder a la cuantiosa herencia de la familia (palacetes, colecciones de pintura y otros enseres) y de paso airear así los trapos sucios de las niñas bien de la alta sociedad. Causó gran escándalo, si bien por ahora el caso aún se encuentra en los tribunales, para variar.
Dada la exquisita educación de Mary Thornes, pronto conectó con Juan Luis Korduras, quedando prendada de él. Las explicaciones de don Juan, sus aventuras y desventuras, la claridad de sus ideas, tocaron el corazón y el cerebro de Mary Thornes, tan bien dotado para el buen uso. Púsole por sobrenombre “Mi señora” una noche de borrachera amorosa, una vez que éste consiguió ser expulsado del Psiquiátrico, demostrada una vez más su lucidez mental. Aunque fuese muy a pesar del Doctor Bloqueatti, al que Korduras con toda cortesía llamó “mastuerzo y germen canceroso de la estupidez humana”, en un arranque de sinceridad.
Por aquel entonces, perseguía don Juan Luis la idea de crear un sistema de satisfacciones personales. Consciente del aumento del número de violaciones y atentados, sobre todo al género femenino, de la insatisfacción personal generalizada en el aspecto sexual, ya en hombres, ya en mujeres; pretendía que dado el caso de que la persona sufriese un acceso de sobreexcitación física, o anímica, de corte sexual, pudiese ésta acudir a un servicio médico, donde el funcionario o funcionaria correspondiente solucionaría y aplacaría esta alteración, todo ello, subvencionado, claro está, por el Estado. Que para lo que se gasta en algunas majaderías no estaría de más que aflojase en estas cuestiones.
Las consecuencias serían inmejorables: se eliminarían las insatisfacciones sexuales (y según ciertos estudios, deberían disminuir las violaciones y agresiones de los brutos machos cuya única resolución es el repugnante asedio y acoso al congénere), se institucionalizaría el noble oficio de la prostitución (gozando los ejercientes de todas las garantías laborales que las leyes otorgan) y dejaría de ser una patente manera de esclavitud. Se conseguiría así, además, cubrir una tremenda laguna sanitaria. No bastó más a Mary Thornes. En sus horas libres organizó el SAS S.A., a la sazón, Servicio de Apaciguamiento de las Sobreexitaciones, Sociedad Anónima, y se dedicó a él en cuerpo y alma. Este Servicio filantrópico bien pronto tuvo eco, se adhirieron otras mujeres (en principio) a realizar tales servicios, ampliándose éstos, al gozar de diversas secciones: masturbaciones, coitos genitales y anales, sexo oral y una interesante sección dedicada al sexo en grupo. Prostitutas de los alrededores se prestaron complacientes a ingresar en el cuerpo del SAS S.A. como liberadas de la organización, manteniendo ésta un sueldo fijo para aquellas. Las fuerzas vivas de la sociedad protestaron enérgicamente, Iglesia y Asociación de Padres Católicas atacaban su inmoralidad; Grupos feministas, su indignidad y “discriminación, hacia la mujer, pues compañeras nuestras entraron en las dependencias el pasado viernes y no pudieron ver satisfechas sus peticiones”. Y la propia Administración, que habla cuando no debe y calla cuando debiese hablar, pretendió la clausura del Centro al entender que era ofrecido un servicio público que sólo ésta podía autorizar. Difícilmente podían ser satisfechas las pretensiones de la Iglesia. Sin embargo, las de los grupos feministas fueron pronto cumplidas cuando se puso en marcha el Proyecto Femenino del SAS S.A., inaugurándose los nuevos locales donde las mujeres podían gozar de dichos servicios.
Se abrió posteriormente el Proyecto Homosexual y el Ambivalente. Y pasado poco tiempo se firmó un concierto de cooperación con la Administración, pasando el SAS S.A. a constituirse como organismo autónomo dentro de la Seguridad Social de Asistencia Sanitaria. Por supuesto, Mary Thornes fue nombrada Directora General del Ente, puesto que actualmente ocupa, a pesar de haber sido ya destituidos tres gobiernos y medio, tres ministros, seis consejeros de Sanidad, cinco directores generales de la Seguridad Social y nueve secretarios y subsecretarios de Higiene y Bienestar. La inteligencia tiene su recompensa, aunque haya de reconocerla los incompetentes.
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